21.9.09

UNA DEUDA INTERNA QUE DEBEMOS SALDAR

Juan es empleado de una fábrica y gasta su sueldo en consumo generalmente ya que tiene poca capacidad de ahorro. Pedro acaba de perder su empleo en un comercio y subsiste gracias a los ahorros que pudo acumular. Luis es abogado recibido en la UBA y sus ingresos le alcanzan para vivir y ahorrar. Diego es contador recibido en la Universidad Nacional de Córdoba y vive al día.
Los cuatro necesitan gastar en alimentos, higiene, salud, vestimenta y ocio, en mayor o menor medida dependiendo de sus posibilidades. Por los bienes y servicios que consumen pagan impuestos y eventualmente por sus rentas también.
Cuantas veces hemos escuchado la frase "Yo pago mis impuestos" como forma de justificar una demanda no satisfecha o como avalando el derecho a pedir algo? En todo el mundo podríamos encontrar esa frase en boca de un ciudadano, solo que dependiendo del grado de internalización del tema que tenga el mismo, el peso de las palabras tendrá más o menos gravitación.
Hace siete años, hubo una frase de un funcionario estadounidense que a más de un argentino le afectó el orgullo: "los plomeros norteamericanos no tienen porque pagar la crisis argentina". La referencia era hacia los contribuyentes de impuestos del país más poderoso del mundo que solventarían algunas políticas económicas dirigidas a auxiliar la economía de un país subdesarrollado como el nuestro.
El "yo pago mis impuestos" en boca de un ciudadano argentino dispara innumerables connotaciones psicológicas y brinda un fértil terreno para la discusión, la opinión y el análisis, pero la idea no es precisamente abordar la mirada acerca de posibles evasiones fiscales o de capacidades contributivas diferentes, sino que me permite llegar a un tema que hace mucho me propongo enfocar: el valor agregado que recibe un graduado argentino de una universidad pública, gracias a los impuestos que pagamos todos los argentinos, los graduados y los no graduados.
Dicho de otro modo, todos los graduados que hemos estudiado en una carrera universitaria no perteneciente al ámbito privado, hemos usufructuado del presupuesto público para desarrollar habilidades y potenciales que nos darían una oportunidad para desenvolvernos en la economía real, que quizás a otros conciudadanos se les negara por diversas causas, siendo en ambos casos contribuyentes a aquel presupuesto público.
Luis y Diego disponen de una economía más holgada que las de Juan y Pedro, ya que más allá de realidades coyunturales, teórica y potencialmente pueden aspirar a un nivel de vida más acomodado. Sin embargo, desde el punto de vista conceptual y sin considerar matices obvios de casos particulares, podemos afirmar que los cuatro ciudadanos contribuyen al Fisco para financiar - entre otras cosas - a los actuales estudiantes de nuestras universidades oficiales.
En relación a posibles formas de financiamiento universitario, en más de una ocasión se ha estudiado la implementación del "Impuesto al Graduado", pero nunca se terminó de plasmar la idea. Más allá de la búsqueda de consensos necesarios para su eventual consideración, también debemos recordar que la gratuidad de los estudios en las universidades nacionales argentinas tuvo siempre una cohesión general y una contundente oposición a proyectos de arancelamiento.
Aceptando esta realidad, y destacando el prestigio que poseen estas instituciones, considero válido replantearse si es justo que, solamente por una cuestión de oportunidades, un argentino pudo prepararse mejor que otro frente a su vida habiendo aportado la misma carga tributaria, reiterando la intención de no referirme al aspecto cualitativo de dicha carga, sino a la inexistencia de diferenciales merecedores de un futuro diferente.
Otra frase muchas veces escuchada, la de "devolverle a la sociedad lo que ella nos ha brindado", no ha sido consecuente con la realidad. Los argentinos somos muchas veces solidarios en acciones concretas, aunque personalmente no me animo a afirmar que "el argentino es solidario", entendido esto como una sociedad solidaria en sentido genérico.
En alguna oportunidad se ha hablado de la fuga de cerebros, aquellos profesionales que en el país se instruyeron pero no pudieron aplicar sus conocimientos en forma cabal, debiendo emigrar y en muchos casos triunfar y ser reconocidos en el exterior; es decir, otros países se han beneficiado por el aporte intelectual de ciudadanos argentinos sin haber aportado una sola moneda.
El Estado argentino ha sido blanco de innumerables vicios, defectos y zozobras, y aún a pesar de todo lo criticable que pueda arrogarse, siguió generando las oportunidades mínimas para que un estudiante pueda graduarse y enriquecer el capital humano del país. Y está bien que ello ocurra. Así debería ser. Para ello existe una administración pública que, a través de un presupuesto nacional aprobado por el Congreso, determina las partidas de gastos e inversiones a realizar en pos de construir una nación cada vez más mejor. Pero cuando existen fallas estructurales, los daños deben remediarse de algún modo, y si esos modos son acompañados de acciones nobles tangenciales a lo coactivo del rol estatal, mucho mejor.
Por ello. quisiera reflexionar acerca de qué podemos aportar los profesionales argentinos, seamos de la disciplina que fuere, para retribuirle a nuestro país, a nuestro Estado, a nosotros mismos, la oportunidad que nos dio en su momento. El mensaje dista mucho de lo imperativo, sino que recurro a la mirada moral del tema.
Dejamos en manos del Estado muchas cosas perdiendo de vista que ese mismo Estado somos nosotros mismos.
Nuestro país tiene muchas contradicciones, la más nombrada es el hambre y la pobreza existentes conviviendo con riquezas naturales envidiables en otros rincones del mundo.
La que me moviliza en esta ocasión es aquella por la cual el acceso a la educación y el nivel de enseñanza ha descendido en aspectos cuantitativos y cualitativos, cuando Argentina ha sido siempre referencia obligada en Latinoamérica.
No puedo concebir que un niño no pueda estudiar y que no tenga sus posibilidades porque el Estado no lo puede ayudar, cuando ese mismo Estado es el que me posibilitó graduarme en la Universidad de Buenos Aires. Es ilógico, es regresivo, creo que hasta inmoral.
Todo argentino debe tener su oportunidad de desarrollo personal.
Es claro que los inicios de la educación van íntimamente ligados a la realidad de la familia, el ámbito de desarrollo y los diversos factores que puedan incidir; lo que no nos debemos permitir es que sea el factor económico el que impida esa oportunidad.
Si el Estado propiamente dicho no puede hacerlo, alguien lo debe hacer.
Aproximadamente, 60.000 estudiantes de universidades estatales del país se graduan anualmente según las estadísticas de los últimos años; esto implicaría que en los últimos 10 años, por lo menos 600.000 graduados se han diplomado en todo el país. Si cada uno de ellos aportaran solamente diez pesos mensuales, en tan solo un año se podrían reunir $ 72.000.000 para un fondo especial.
Pienso que los graduados tenemos mucho para aportar, y uno se imagina que si pudiera ser extensivo a los graduados de universidades privadas, la idea podría potenciarse.
Estoy seguro de muchas ONG podrían organizar y administrar estos recursos.
Ya sabemos que pagar impuestos es el precio de vivir en una sociedad civilizada.
Pero qué bueno sería aprender que ayudar a la educación de un país, es saldar una deuda que jamás nos reclamarán, pero que nunca debe prescribir en nuestra conciencia.

4.9.09

SOBREVIVIENDO

Tenía otro tema para alimentar mi blog, pero no puedo dejar de desligarme de Callejeros.
Siento que lo tengo muy arraigado en mis convicciones, pasaron los días y no he cambiado mi forma de ver las cosas, sigo leyendo blogs con opiniones harto enfrentadas y eso me genera la tranquilidad de estar opinando con información diversa y no la que solamente coincida con mi visión.
En esta oportunidad quiero intentar enfocarme en los sobrevivientes de la tragedia, los que fueron a ver a Callejeros ese día y como se encuentran hoy frente a todo lo acontecido. Esto involucra a los músicos, familiares de músicos y público presente ese día, y excluye a los padres y/o familiares de víctimas, que obviamente no hayan estado. Pero antes quiero reflexionar sobre la música que ellos ofrecen.
Como dije en mi primer blog, conocí a la banda después, como muchos otros, y me sentí atraído fundamentalmente por el enorme peso de las frases de sus canciones. Considero que este es un punto no apreciado en su justa medida, cuando algún medio se refiere musicalmente al grupo.
Cual es el público de Callejeros? Se ha escrito muchísimo sobre ello, bajo distintas miradas por supuesto, pero los comentarios más repetidos en ese sentido refieren a un adolescente con rebeldía ante el sistema - aclaro que no me gusta hablar de la palabra "sistema" porque me parece totalmente vacía de contenido, pero no dejo de reconocer que se entiende mucho más facil el sentido de lo que uno escribe que si se utiliza otra palabra o frase -. En esa línea, la de la rebeldía, entiendo que no encontramos ningún hallazgo en Callejeros, ya que son muchas las bandas de rock que quieren transmitir mensajes especiales a sus seguidores; el mismo rock nacional se atribuye esa rebeldía que el joven argentino aprehendería para sí y lo asimilaría como en ningún otro género musical; la idea de un mundo mejor....(?) por lo menos es lo que se escribe por ahí bastante seguido, sin significar que yo comparta esa idea.
Entonces me repregunto...el que iba y el que va a ver a Callejeros, es comparable a un seguidor de una banda que se rebela?, puede que sí, puede que no, pero lo que estoy seguro es que estos músicos despertaron algo que no lo había hecho nadie antes; ese es mi caso y el de muchos otros parece.
A donde voy con todo esto? Busco esclarecer dos temas que se confunden en las críticas livianas.
El plano musical de Callejeros por un lado y la tragedia por otro.
Respecto al aspecto musical ya lo dije, solo que agregaría que ese público especial, el que supo ver algo que no vio en otros, puede ser aquel sobreviviente o aquella víctima. Los padres de las víctimas tenían hijos que admiraban a sus músicos, eso es innegable. Digamos que si no hubiera habido un Cromagnon, nadie estaría criticando la voz de Pato Fontanet tan livianamente ni nadie se animaría a decir sin pensarlo que son burdos imitadores de Los Redondos - aburrida y nada más inexacta comparación -. Con esto que digo, me propongo desterrar y repudiar completamente la crítica del que, usando la tragedia, aprovecha y mancilla la música que hace el grupo apelando a las más diversas teorías, desde celos profesionales, envidia, rencores ocultos, broncas personales o protagonismos mediáticos que jamás hubieran tenido si aquella no hubiera ocurrido. O también nos hubiéramos evitado que personajes nefastos para la cultura de los medios, puedan sumar puntos de rating hablando en forma patética.
No hay banda como Callejeros. Nos puede gustar cualquiera, La Renga, Los Piojos, La 25, Un segundo, El Bordo, etc etc, elijamos quien elijamos, son únicos. Llegan a fondo. Describen la realidad en forma cruda, directa, sin filtros, sin verso. Y no sé si es rock, es mezcla, esa mezcla que lo hace único.
Y que dicen o que piensan los sobrevivientes? Como en toda muestra de grupo humano hay visiones encontradas, opiniones contrapuestas y un enorme dolor interior en todos ellos. Y nosotros conocemos solamente a los que espontáneamente se asoman a mostrar sus sensaciones, pero hay un gran porcentaje de ellos que no sabemos que piensan porque el dolor los ha abatido, han querido olvidar o intentado hacerlo, o han escapado de la jungla general. De aquellos que supimos conocer de alguna manera, creo que podemos decir que la mayoría está con la banda, la defiende, la banca y les cree; razonablemente tenemos aquellos otros que toman las banderas de la querella más sanguínea y ataca desde lo más bajo a los músicos, siendo los menos por cierto.
Hay algo que siempre me pregunto y no logro hacer una composición de situación; y pienso en como debe ser hoy por hoy un día cualquiera del sobreviviente Pato Fontanet, esté donde esté, cuando sale a la calle, cual sería la reacción de la gente que se va cruzando en el camino? Si no interactúa con el mundo real debe ser realmente algo tormentoso para cualquiera, pero en el caso que así no lo fuera, debe ser terrible chocarse con personas que - arrogándose facultades de juzgamiento - puedan condenarlo, mientras que a la par podríamos encontrar a otras que puedan endiosarlo desde un fanatismo o idolatría a veces inexplicable también. Debe ser traumático.
También imagino que debe ser interesantísimo hablar con Pato en un mano a mano, uno piensa en las letras que arma, las palabras que utiliza - que no son palabras comunes ni simples - y ve un tipo muy inteligente, una persona con una impresionante capacidad de transmitir sensaciones, auténtico.
Lo mismo de traumático debería aplicarse a Juancho Carbone, Elio, Eduardo o Cristian, el resto de la banda, solo que como sus caras no son tan mediáticas como las de Pato, sus exposiciones serían menos desgastantes.
Sinceramente, no sé como sigue todo esto. Como lo pensaba y así lo dije en el foro oficial, luego del fallo, íbamos a tener los coletazos de rigor, los editoriales en diarios y revistas el fin de semana siguiente, alguna que otra bomba amarilla para acompañar el viento de cola de la noticia - léase demanda civil - y lentamente todo acomodándose al curso normal de los hechos. Uno busca la palabra "Cromagnon" o "Callejeros" en buscadores de noticias y pasa ya más de una semana sin entradas nuevas. Salvo alguna noticia musical de la banda, o alguna acción mediática de los 4 o 5 padres de víctimas que conocemos, el tema entrará en un letargo hasta que el fallo de Casación se aproxime ciertamente.
Siempre pensé en como poder equilibrar en los medios las visiones de la mayoría de los sobrevivientes; hasta ahora el llanto y la bronca de los padres fue el denominador común por el cual la noticia fue siempre exhibida ante la opinión pública.
No se ha respetado al sobreviviente en su justa medida; parecería que el padre de una víctima es más protagonista de la tragedia que esa potencial víctima que no lo fue, que tuvo la suerte de no serla, y que por eso perdiera entidad para ser un sujeto central en el análisis objetivo del caso.
Víctimas son todos, los fallecidos y los que pudieron salir. No hay diferencias sustanciales para el análisis en mi opinión.
Como me dijo Javier, un sobreviviente que me escribió en mi primer blog, "que importante sentir"... Me estremeció enormemente, me dejó un nudo en el estómago que me hizo replantear si seguir escribiendo acá. Saber que le llegué me reconfortó, seguramente será más por el abandono que le hemos hecho nosotros como ciudadanos ,que por lo que pude haberle transmitido.
Su fragilidad y valentía al mismo tiempo me la imagino replicada en varios otros chicos.
Sueño con la objetividad del ciudadano, con la independencia de criterio y con la mirada desapasionada que merece el caso.
No quiero más descerebrados que amenacen con un odio visceral en el foro de la banda, allí son mayoría chicos con ideales claros, tienen una noble idea que defienden, con las cuales se pueden discrepar, pero nunca amenazar.
Siempre me pregunto también si yo hubiese sido padre de una víctima, que pensaría? Estoy seguro que mi bronca estaría dirigida hacia la corrupción de las habilitaciones, coimas, etc, pero no acusaría a la banda que mi hijo supo admirar, porque ellos le brindaban un espectáculo musical, no les daban un seguro de vida.
Si fueran mercenarios, sería tan obvio que no hubieran tocado nunca más.
Como no lo son, como son sobrevivientes, como son víctimas, apelo al respeto que les debemos todos los que no lo fuimos.
Para ser víctima o sobreviviente no hace falta llorar ni que nos hagan llorar, solo hay que serlo.