Se viene el bicentenario de la revolución de mayo. Ya empezaron las campañas, los mensajes, las reflexiones, todo muy de golpe, todo muy rápido. Todo acelerado, discursos cada vez más aceitados y emotivos, como si el hecho de no hacer referencia a la fecha en cuestión, nos dejara fuera del camino del progreso y el desarrollo. Bien argentino. Como la expo de Shangai, donde la improvisación nos sonrió nuevamente en celeste y blanco. Como tantas cosas. Hasta hace un par de meses atrás, no había noticias del bicentenario, salvo algún que otro adelantado, pero entramos en la zona del calendario donde si uno no se asoma, queda rezagado frente al resto.
Siempre pensé que debe ser apasionante para un filósofo o sociólogo no-argentino, estudiar nuestras conductas; solamente no siendo argentino uno puede no pecar de subjetividad. Y con ello quiero decir que no necesariamente llegaremos a una crítica o a una negación de nuestro origen, sino que vislumbro un fértil espacio para el debate intelectual.
Sinceramente, pienso que nunca sentiremos ese nacionalismo poniéndonos la mano en el pecho al escuchar el himno, aunque tampoco creo sea una aspiración necesaria.
Las patéticas -en mi opinión- publicidades del acontecimiento (Podemos ser un gran país?, Sí, podemos!), es una clara demostración que no hay una línea directriz desde los que nos representan para poder aspirar un estadío superior de desarrollo como país.
Es como la educación, se habla siempre de que los chicos deben estudiar para no estar sujetos a la ley de la calle, algo loable por cierto, pero sin detenerse en que la enseñanza desde los docentes es cada vez menos rica en saberes y más útil en contención, obviamente sin generalizar, y señalando solamente datos de la realidad sin querer rechazarla. Quien quiere ser docente hoy?, salvo excepciones notables de una vocación sincera, no podemos contar con un cuerpo docente calificado en comparación con la educación argentina de décadas pasadas.
Ser nacionalista entiendo no es llevar la escarapela, no es emocionarse viendo flamear la bandera en Malvinas, no es cantar "Alta en el cielo", ni gritar un gol de Messi.
Me gustaría mucho más que seamos nacionalistas si dejamos de mirarnos a nosotros mismos o diez metros a la redonda, para poder mirarnos todos los argentinos sin egoísmo alguno.
Que todos podamos haber ido a la marcha de Blumberg (sé que es un ejemplo extemporáneo pero no creo poder definirlo mejor), pero también movilizarnos por el hambre de muchos compatriotas.
Las protestas del 2001-2002 contra el corralito debería movilizar la misma energía y bronca frente al monto que se paga a los jubilados por ejemplo.
El ser nacional se construye en el tiempo, no en dos meses. Si queremos aspirar a madurar como Nación, quizás no hagan falta otros doscientos años, solo basta con pequeños cambios del hoy, sucesivos, factibles, para que el lento pero seguro recambio generacional de todo pueblo pueda tener la chance de ser señalado por la historia misma como la generación que consolidó a Argentina como una próspera nación, no ya desde lo económico sino desde la madurez.
No es fácil, no es imposible, solo que si no empezamos, nunca cambiaremos.
El éxito de nosotros no debe ser sostenido en Borges, Maradona, Sábato, Sosa, Gardel, Leloir, Fangio, Favaloro, Bocca, etc, etc, etc, sino que la grandeza nuestra debería radicar en los ciudadanos anónimos, que construyeron ese país imaginario que todos queremos tener, y en el cual aquellos ilustres nombres supieron pertenecer.
Me molesta ver anuncios de comercios que dicen "coming soon", "winter sales", pienso que eso denota una necesidad de creer que estamos en el primer mundo y que estamos codo a codo con lo que hacen en el hemisferio norte.
Sueño con una introspección auténtica del argentino, donde podamos asumir realmente quienes somos, desde el primer coya del NOA, hasta el último mapuche, incluyendo a porteños, wichis, rosarinos, tobas, y el ciudadano que se nos ocurra. Donde conozcamos más ciudades de nuestro país que de Estados Unidos, que sepamos quien es cada uno de nuestros representantes antes de votarlos y no esperar que el tiempo nos diga que nos equivocamos.
Ojalá seamos más tolerantes y solidarios.
Ojalá tengamos buenos líderes, y que podamos decir que son los que merecemos como pueblo.
Ojalá sea antes de otro centenario.
Siempre pensé que debe ser apasionante para un filósofo o sociólogo no-argentino, estudiar nuestras conductas; solamente no siendo argentino uno puede no pecar de subjetividad. Y con ello quiero decir que no necesariamente llegaremos a una crítica o a una negación de nuestro origen, sino que vislumbro un fértil espacio para el debate intelectual.
Sinceramente, pienso que nunca sentiremos ese nacionalismo poniéndonos la mano en el pecho al escuchar el himno, aunque tampoco creo sea una aspiración necesaria.
Las patéticas -en mi opinión- publicidades del acontecimiento (Podemos ser un gran país?, Sí, podemos!), es una clara demostración que no hay una línea directriz desde los que nos representan para poder aspirar un estadío superior de desarrollo como país.
Es como la educación, se habla siempre de que los chicos deben estudiar para no estar sujetos a la ley de la calle, algo loable por cierto, pero sin detenerse en que la enseñanza desde los docentes es cada vez menos rica en saberes y más útil en contención, obviamente sin generalizar, y señalando solamente datos de la realidad sin querer rechazarla. Quien quiere ser docente hoy?, salvo excepciones notables de una vocación sincera, no podemos contar con un cuerpo docente calificado en comparación con la educación argentina de décadas pasadas.
Ser nacionalista entiendo no es llevar la escarapela, no es emocionarse viendo flamear la bandera en Malvinas, no es cantar "Alta en el cielo", ni gritar un gol de Messi.
Me gustaría mucho más que seamos nacionalistas si dejamos de mirarnos a nosotros mismos o diez metros a la redonda, para poder mirarnos todos los argentinos sin egoísmo alguno.
Que todos podamos haber ido a la marcha de Blumberg (sé que es un ejemplo extemporáneo pero no creo poder definirlo mejor), pero también movilizarnos por el hambre de muchos compatriotas.
Las protestas del 2001-2002 contra el corralito debería movilizar la misma energía y bronca frente al monto que se paga a los jubilados por ejemplo.
El ser nacional se construye en el tiempo, no en dos meses. Si queremos aspirar a madurar como Nación, quizás no hagan falta otros doscientos años, solo basta con pequeños cambios del hoy, sucesivos, factibles, para que el lento pero seguro recambio generacional de todo pueblo pueda tener la chance de ser señalado por la historia misma como la generación que consolidó a Argentina como una próspera nación, no ya desde lo económico sino desde la madurez.
No es fácil, no es imposible, solo que si no empezamos, nunca cambiaremos.
El éxito de nosotros no debe ser sostenido en Borges, Maradona, Sábato, Sosa, Gardel, Leloir, Fangio, Favaloro, Bocca, etc, etc, etc, sino que la grandeza nuestra debería radicar en los ciudadanos anónimos, que construyeron ese país imaginario que todos queremos tener, y en el cual aquellos ilustres nombres supieron pertenecer.
Me molesta ver anuncios de comercios que dicen "coming soon", "winter sales", pienso que eso denota una necesidad de creer que estamos en el primer mundo y que estamos codo a codo con lo que hacen en el hemisferio norte.
Sueño con una introspección auténtica del argentino, donde podamos asumir realmente quienes somos, desde el primer coya del NOA, hasta el último mapuche, incluyendo a porteños, wichis, rosarinos, tobas, y el ciudadano que se nos ocurra. Donde conozcamos más ciudades de nuestro país que de Estados Unidos, que sepamos quien es cada uno de nuestros representantes antes de votarlos y no esperar que el tiempo nos diga que nos equivocamos.
Ojalá seamos más tolerantes y solidarios.
Ojalá tengamos buenos líderes, y que podamos decir que son los que merecemos como pueblo.
Ojalá sea antes de otro centenario.